Juzgar el presente olvidando el pasado
Artículo de Opinión escrito por ENLM
Es un reto inútil, y a la vez ciego poder juzgar el presente olvidando 2000 años de represión cultural.
Durante siglos, la humanidad ha vivido con los ojos vendados. Mirábamos el mundo a través de filtros impuestos por religiones, dogmas, imperios, y normas sociales que no dejaban espacio para lo distinto, lo libre, lo auténtico. Hoy, en pleno siglo XXI, arrastramos aún muchas de esas miradas antiguas, cargadas de culpa, miedo y vergüenza.
Pero algo está cambiando. Es hora de mirar la realidad con otros ojos. Los nuestros. Los de ahora. Los que han vivido el despertar, los que ya no aceptan callar, los que no quieren seguir repitiendo lo que nos dijeron que estaba “bien” solo porque siempre fue así.
¿Qué significa vivir bajo represión cultural?
Durante más de 2000 años se nos dijo cómo debíamos amar, vestir, creer, pensar. Se castigó la diferencia, se silenció el deseo, se apagó la creatividad. Las mujeres debían ser obedientes. Los hombres, duros. Las emociones, un lujo. El cuerpo, un pecado. La libertad, un escándalo.
Y aunque muchas de esas cadenas ya no son visibles, siguen vivas en los gestos, en los prejuicios, en las conversaciones cotidianas. De manera inconsciente, sentimos todavía el eco de ese pasado.
Es como la metáfora del elefante: cuando es pequeño, lo atan con una cuerda a una estaca. El elefantito intenta liberarse, pero no puede. Con el tiempo, deja de intentarlo. Crece, se vuelve fuerte, pero sigue creyendo que está atado. Y ya no se mueve, aunque podría romper la cuerda sin esfuerzo. Así estamos muchas veces: condicionados por una historia que ya no tiene fuerza real, pero que sigue dictando nuestras decisiones.
Y lo más duro: hemos aprendido a llamar ‘culpa’ a lo que no era nuestro. Cargamos miedos que no nacieron en nosotros. Vergüenzas heredadas. Ideas sobre lo correcto y lo incorrecto que nadie nos explicó, pero que se clavaron en la piel desde pequeños. Nos sentimos mal por cosas que no elegimos. Por sentir demasiado, por hablar alto, por amar distinto.
Nos enseñaron a no hacer olas, a encajar, a no mirar hacia adentro demasiado. Y ahora, cuando empezamos a cuestionarlo, nos invade la culpa… como si pensar por una misma fuera un acto de traición.
Ver con ojos de hoy es un acto de valentía
Es cuestionar lo aprendido. Es darnos permiso para repensar el amor, la familia, el trabajo, el arte, la política. Es escuchar a las nuevas generaciones sin despreciarlas. Es atrevernos a mirar el mundo desde la empatía, no desde la norma.
Es entender que no todo lo que fue costumbre es justo. Que no todo lo que antes se callaba debe seguir en silencio. Que no tenemos por qué heredar los miedos de nuestros antepasados.
Juzgar el presente con los ojos del pasado nos frena

Lo vemos cada vez que alguien dice “eso antes no pasaba” o “yo no lo entiendo, pero tampoco lo acepto”. Esa mirada no construye, solo repite. Es tiempo de romper con eso. De abrir ventanas, de dejar que entre aire nuevo.
Y desde aquí, desde Telde, desde el lugar que cada uno de nosotros ocupa, también podemos hacerlo. No hace falta irse a grandes ciudades o seguir a gurús de internet.
En tu comunidad, en tu entorno, hay personas que quieren pensar distinto, que buscan espacios para hablar sin miedo, que creen que el futuro se construye escuchando más y juzgando menos.
Porque sí, podemos (y debemos) empezar a mirar con ojos de hoy. Olvidándonos de los 2000 años de represión, para empezar de verdad a vivir.